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Ana

Conocí a Belén cuando comencé una fecundación in vitro y aunque fue en el momento justo, me hubiera gustado encontrarla antes, porque con mi historial, quizá hubiese empezado otra aventura.

Si es importante un ginecólogo, no os hacéis una idea de lo que es un embriólogo, porque, al fin y al cabo, es quien cuida nuestros óvulos, quien los fecunda, y quien los contempla mientras dura el proceso más importante de la creación de la vida.

Yo me sentí plenamente acompañada durante todo el proceso, desde que me plantearon el tratamiento y hasta el final. Porque no solo conoce bien cómo funciona el cuerpo de la madre, es que además, te comprende y tiene mucha experiencia en tratamientos de fertilidad.

Creo que el papel de asesoramiento es clave en el momento en el que te planteas comenzar una andadura así, la que puede cambiarte la vida, independientemente del resultado. Yo ya tengo una hija de 6 años, y después he pasado por dos abortos, uno de ellos muy traumático. Por eso decidí iniciar una fecundación in vitro. Al final no ha sido posible, porque con 43 años, mis óvulos no están bien genéticamente, pero estoy eternamente agradecida a Belén, porque desde el principio encontré a una “nueva mejor amiga” que se encargaba de ayudarme a tener lo que más quería del mundo y me hizo entender bien todo para poder asimilarlo.

Es una aventura muy cara y con tanto en juego, que no podemos dejarlo en manos de cualquiera. Conmigo fue noble, cariñosa y profesional. Siempre fue muy clara, pero muy empática.

Gracias, Belén.

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